El hombre sólo puede ser él mismo cuando es capaz de
expresar sus potencialidades innatas, pero esto difícilmente llegue a ocurrir
cuando su objetivo es poseer la mayor cantidad de cosas, si sólo se empeña en
obtener posesiones concluirá convirtiéndose en un objeto más. En cambio para
lograr “ser” debe dedicarse a una actividad auténtica que no es otra que
aquella que le permite un pleno desarrollo de sus capacidades.
Prestemos atención a la definición sobre la que
denominó la orientación de ser: “El modo de ser tiene como requisitos previos
la independencia, la libertad y la presencia de la razón crítica. Su
característica fundamental es estar activo, y no en el sentido de una actividad
exterior, de estar ocupado, sino de una actividad interior, el uso productivo
de nuestras facultades, el talento, y la riqueza de los dones que tienen
(aunque en varios grados) todos los seres humanos. Esto significa renovarse,
crecer, fluir, amar, trascender la prisión del ego aislado, estar activamente
interesado, dar”.
Nos decía Fromm que sólo abandonando el modo de tener,
donde nos aferramos a las pertenencias y a nuestro ego, puede surgir el modo de
ser. Para ser es necesario evitar el egoísmo y el egocentrismo, pero para
muchos esto es dificultoso, renunciar a la orientación de tener les provoca
angustia, sin llegar a percibir que al dejar de apoyarse en las propiedades
pueden empezar a utilizar plenamente sus fuerzas y caminar por sí mismos.
En la vorágine de la sociedad moderna los individuos
tienden a sentirse más aislados y solitarios, esto los obliga a buscar
paliativos que les permitan superar ese sentimiento de inseguridad, una de las
formas generalmente utilizadas es la de acumular un número creciente de
posesiones, de tal manera que esos objetos se convierten en una extensión de su
propio ser. Cuando esas adquisiciones se pierden es como que la persona
extraviaba parte de su yo y se sentía como un individuo incompleto.
Otros factores que complementan a las posesiones son
el prestigio y el poder, casi tan imprescindibles como las primeras en su
función de paliativos. Incluso para aquellos con escaso poder adquisitivo la
familia puede ser una fuente de prestigio, en su seno los hombres pueden
fantasear con la ilusión de sentirse poderosos, otras veces el orgullo nacional
puede jugar un papel de importancia en el momento de considerarse una persona
con prestigio.
Por cierto que el hombre para existir necesita poseer
ciertas cosas, pero puede vivir muy bien con el tener puramente funcional así
fue en los primeros 40.000 años de existencia del Homo Sapiens. Esta es la
diferencia que planteaba Fromm: “La propiedad funcional es una necesidad real y
existencial del hombre; mientras que la propiedad institucional satisface una
necesidad patológica, condicionada por ciertas circunstancias socioeconómicas”.
El hombre necesita un hogar, alimentos, herramientas,
ropas, etc. Son cuestiones imprescindibles para su existencia biológica, pero
hay otras cosas que hacen más a su mundo espiritual que también les resultan
necesarias, tal como ornamentos, decoración, objetos artísticos; estos suelen
ser de propiedad exclusiva pero también pueden considerarse funcionales.
En la medida que se desarrolló la civilización
disminuyó la propiedad funcional de las cosas, así es como se pueden tener
varios trajes, máquinas que evitan el trabajo, televisores, radios, libros,
raquetas de tenis, etc. Todas estas posesiones no deberían ser distintas a
aquellas funcionales de las culturas primitivas y sin embargo lo son, el cambio
se produce cuando dejan de ser un medio para la vida y se convierten en un
medio para el consumo pasivo o en un elemento de estatus.
Fromm consideraba que la clasificación tradicional de
la propiedad en pública y privada era insuficiente y se prestaba para
equivocaciones. Según su criterio debía prestarse mayor atención a si la
propiedad era funcional y por lo tanto no explotadora o si por el contrario se
constituía en una fuente para la explotación de los seres humanos.
La propiedad así pertenezca al Estado o incluso a los
trabajadores de una fábrica podía prestarse para el surgimiento de una
burocracia que limite seriamente las posibilidades del resto de los
trabajadores. La propiedad puramente funcional no fue considerada por Marx ni
por otros socialistas como propiedad privada que debiera ser socializada.
Y adentrándonos en la explicación de lo que denominaba
propiedad funcional señalaba que estaba claro que nadie debería poseer más que
aquello que pueda usar racionalmente. Este correlato entre posesión y uso tiene
varias consecuencias que detallaba.
En principio tener sólo aquello que se puede usar nos
determina para mantenernos activos. Difícilmente pueda surgir la avaricia
cuando la cantidad de cosas que poseo está limitada al uso que puedo hacer de
ellas. También resultará raro que aparezca la envidia porque mientras me
mantenga ocupado utilizando aquello que tengo difícilmente me dedique a
controlar cuales son las posesiones de mis semejantes. Y por último, no estaré
temeroso de perder lo que tengo pues la propiedad funcional puede reemplazarse
rápidamente.
Fromm de ninguna manera sostenía la eliminación de la
propiedad privada pero sí veía con preocupación el papel nefasto que podía
cumplir en aquellas sociedades donde los bienes materiales adquirían mayor
importancia que el bienestar de los seres humanos.
En tanto en nuestra cultura la meta suprema es tener,
hasta parece sugerirse que la esencia misma de los seres humanos está en tener
y que el individuo que nada posee no es nadie. Lo que Marx se esforzó por mostrar
es que el lujo es un defecto, algo casi tan negativo como la pobreza misma, por
eso la meta debería establecerse en ser mucho en vez de encarar esa búsqueda
insaciable por tener mucho.
La diferencia entre ser y tener es la que corresponde
a una sociedad interesada principalmente por las personas y otra que da
preeminencia a las cosas. La orientación de tener es característica de la
sociedad industrial occidental en la que el afán de lucro, la fama y el poder
se han convertido en los problemas predominantes de la vida.
Incluso el lenguaje se ha convertido en una muestra de
la alienación existente donde tener es la preocupación central, por eso
“tenemos un problema”, “tenemos insomnio”, “tenemos un matrimonio feliz”, todo
puede ser convertido en una posesión.
Fromm consideraba estas dos formas de existencia, la
de ser y la de tener, como posicionamientos ante la vida y nuestros semejantes.
También le asignaba a ambas la categoría de conformar dos estructuras de
carácter cuyo predominio en uno u otro sentido, determinaban los pensamientos,
los sentimientos y los actos de los seres humanos.
En este sentido ejemplificó la manera de abordar
distintos aspectos de la vida según estas dos orientaciones que venimos
analizando. En el aprendizaje, el modo de tener se expresa en los estudiantes
concurriendo a sus clases, tomando apuntes y aprendiendo de esas notas, incluso
de memoria, con el objetivo central de aprobar la materia, por lo cual el
contenido de lo recibido no se enriquece ni se amplía. En el modo de ser, los
alumnos no asisten a clases con la mente en blanco, con una actitud pasiva,
sino que han pensado los problemas y asuntos que se abordarán, se han ocupado
del tema y se interesan de tal forma que responden de una manera activa.
En el modo de ser las personas se entregan a la
conversación manteniendo una vitalidad contagiosa donde los participantes se
ayudan uno al otro a trascender el egocentrismo, de esa forma la conversación
deja de ser un intercambio de mercancías, ya sea información, conocimiento o
status; para convertirse en un diálogo donde no importa quién tiene la
razón.
En el modo de tener se toma posesión del conocimiento,
en el modo de ser, conocer sirve como un medio para el proceso de pensar
productivamente. Conocer significa advertir que buena parte de lo que se cree
verdadero es una ilusión producida por la influencia del mundo social, por lo
tanto el conocimiento comienza por la destrucción de las falsas ilusiones.
En el modo de tener, la fe consiste en la posesión de
una respuesta de la que no se tiene una prueba racional. Alivia al individuo y
le evita pensar por sí mismo y tomar decisiones, esa fe le brinda certidumbre.
De esta manera la fe se convierte en el apoyo para aquellos que quieren
sentirse seguros, de aquellos que quieren obtener respuestas de la vida pero
que no se animan a buscarla por ellos mismos.
En el modo de ser, la fe no consiste en creer en
determinadas ideas sino en una orientación interior, en una actitud. La fe en
uno mismo, en los demás, en la Humanidad, en nuestra capacidad de ser
plenamente humanos, también implica certidumbre pero basada en la experiencia
de cada uno, no en la sumisión a una autoridad que impone una determinada
creencia.
A continuación veremos la asociación que realiza el
pensador alemán entre esa existencia basada en el ser y algunas creencias
religiosas, las cuales también condenaron taxativamente las ambiciones
desmedidas de los hombres.
Uno de los principales temas del Antiguo Testamento es
“deja lo que tienes, libérate de tus cadenas y se tu mismo”. Marx hizo famoso
algo que ya se encontraba en la Biblia, “a cada uno según sus necesidades”, el
derecho de todos a la alimentación quedó establecido sin lugar a dudas, los
hijos de Dios no tienen que hacer nada para ser alimentados. Un mandamiento
condena la acumulación y la codicia, al pueblo de Israel se le ordenó que no
guardara nada para el día siguiente.
El shabbat es uno de los conceptos más importantes de
la Biblia y el judaísmo, nos decía Fromm que no era por el descanso en sí, sino
por el reposo en el sentido de la armonía completa entre los seres humanos y de
ellos con la naturaleza. Nada debe destruirse y nada debe construirse, es un
día de tregua en la lucha del hombre con el mundo, en el shabbat se vive como
si no se tuviera nada, sin perseguir otra meta que la de ser, es decir expresar
nuestros poderes esenciales: comer, estudiar, rezar, cantar, hacer el amor.
El shabbat es un día de alegría donde el individuo es
plenamente él mismo, el Talmud lo llama la anticipación del tiempo mesiánico,
un día donde el dinero, las propiedades y las tristezas no tienen cabida. El
domingo moderno es un día plagado de consumo y de huir de uno mismo. El shabbat
fue la visión de un período futuro donde la propiedad tendrá un papel secundario,
el miedo y la guerra no existirán, en cambio expresar nuestros poderes
esenciales será la meta de la vida.
El Nuevo Testamento es aún más radical en su protesta
contra la existencia de la estructura de tener. Los primeros cristianos eran
pobres, despreciados por la sociedad, condenaban de manera categórica la
riqueza y el poder, por lo cual fueron perseguidos implacablemente, el
cristianismo fue una rebelión de esclavos que creían en la solidaridad humana.
En los evangelios se evidencia el mensaje claro que la
gente debe liberarse de la codicia y del deseo de poseer, lo cual significa ni
más ni menos que debe desprenderse de la estructura de tener y que todas las
normas éticas están enraizadas con la estructura de ser, es decir en la
solidaridad. El mandamiento de amar a nuestros enemigos subraya el interés en
otros seres humanos y reclama renunciar al egoísmo y a la acumulación de
riqueza.
La mayoría de los pensadores de la Iglesia primitiva
condenaban el lujo y la codicia, y eran categóricos al despreciar la riqueza.
San Tomás de Aquino que luchó contra las sectas comunistas cristianas era de la
opinión que la propiedad privada sólo se justificaba si era para el bienestar
de todos.
Según los descubrimientos efectuados por Freud, los seres humanos luego de transitar una etapa infantil meramente receptiva y pasiva, y antes de alcanzar la adultez pasan por una fase anal, pero existen personas en que el carácter anal continúa predominando, son aquellos cuyas energías siguen enfocadas en tener, ahorrar y acumular cosas materiales. Es el carácter que predomina en los avaros y que también suele estar acompañado por rasgos como el orden, la puntualidad y la terquedad. Al desarrollar el concepto del carácter anal Freud realizó una aguda crítica de la sociedad burguesa del siglo XIX intentando demostrar que los rasgos predominantes en ese carácter eran coincidentes con los de la propia naturaleza humana.
Si soy lo que tengo, y si eso lo puedo perder entonces
cabe preguntarse ¿quién soy? Por eso vivimos con permanente temor: le tememos a
los ladrones, a las revoluciones, a los cambios económicos, a la enfermedad, a
la muerte, a la libertad, a lo desconocido, etc. Esta situación provoca un continuo
estado de preocupación, nos volvemos desconfiados. En el modo de ser no hay
cabida para el miedo a perder lo que se tiene, si soy lo que soy, nadie puede
amenazar mi seguridad ni mi identidad.
En el modo de tener, las relaciones entre las personas
son de competencia, de antagonismo y de temor. La codicia es el producto
natural de esta orientación, el codicioso además raramente queda saciado. Esto
también puede aplicarse a las naciones, mientras éstas estén compuestas por una
mayoría de la población cuya principal motivación sea la de poseer,
difícilmente se puedan evitar las guerras y las conquistas.
La mayor parte de lo que manifestamos en este capítulo
fue extraído del libro “¿Tener o ser?” que resultó el último escrito por Fromm
entre 1974 y 1976, Rainer Funk señala que muchos críticos lo han considerado
ingenuo e idealista, Funk lo justifica por lo avanzado de su edad al
escribirlo. Muchos interpretaron también erróneamente que Fromm predicaba una
vida que lindaba con el ascetismo, cosa que de ninguna manera hizo, la
orientación de ser no puede ser entendida como una orientación a no tener, y sí
debe interpretarse como una crítica implacable a la sociedad moderna.
No coincidimos con estos cuestionamientos, ya que
creemos que en este trabajo fue coherente con los ideales que defendió a lo
largo de su vida y que muchas de estas ideas le vendrían muy bien a una
sociedad donde el lucro y la codicia se han convertido en el estandarte que
guía la vida de muchas personas.
Funk explicó que muchos capítulos de este libro fueron
excluidos por el propio Fromm, luego de su muerte se los agrupó en un trabajo
que se tituló “Del tener al ser”. Uno de esos capítulos excluidos se llamó
“Pasos hacia el ser”, en opinión de Rainer Funk, Fromm no los quiso publicar en
razón que se malinterpretara y se llegara a la conclusión que cada uno debía
buscar su salvación individual, si se lee este libro se verá muchos puntos de
contacto con lo hoy se denomina la “autoayuda” en el sentido que se dan una
serie de sugerencias para aplicar en la vida cotidiana. Como Fromm entendía al
hombre como un ser socializado optó por quitar esos capítulos y prefirió
exponer aquellos que versaban sobre aspectos sociales.
Por lo dicho en el párrafo anterior sólo haremos
mención a algunos aspectos muy puntuales del libro “Del tener al ser” que nos
parecen trascendentes para completar la muestra del ideario frommiano.
Fromm estimaba que la preparación más importante para
la orientación de ser consistía en todo aquello que permita adquirir la
capacidad de pensar críticamente, para lo cual es necesario no dejarse
influenciar por los poderosos medios de comunicación, así lo expresaba
brillantemente: “…como casi todo lo que leemos en el periódico son
interpretaciones falseadas que se nos sirven con apariencia de realidades, lo
mejor, sin duda de ninguna especie, es empezar por ser radicalmente escépticos,
suponiendo que casi todo lo que vayamos a saber será mentira o falsedad”.
Para ningún ser humano sería difícil comprender a sí
mismo si no estuviera expuesto constantemente a que le laven el cerebro o le
priven de la capacidad de pensamiento crítico. Nos hacen pensar y sentir cosas
que de ninguna manera tendrían efecto sobre nosotros si no fuera por los
perfeccionados métodos de sometimiento a las ideas dominantes. A menos que
podamos ver lo que se esconde detrás de los engaños, seremos incapaces de
conocernos a nosotros mismos.
La sociedad industrial moderna se orienta por los
principios del egoísmo, la obsesión por tener y consumir, se han olvidado allá
lejos las convicciones que convocaban al amor y a la defensa de la vida. A
menos que se puedan analizar estos aspectos inconscientes de la sociedad en que
se vive, será muy difícil saber quién es uno, porque no se podrá conocer que
parte es genuinamente nuestra y cual no.
La instrucción que recibimos raramente nos conduce a
desarrollar una imaginación activa, generalmente consiste en aceptar un conocimiento
adquirido por otros y aprender de memoria cierta información. El hombre medio
piensa bastante poco por sí mismo, recuerda aquellos datos que les fueron
expuestos en la escuela o en los medios de comunicación, sin incluir su propia
observación.
Tampoco el hombre en la actualidad se inmiscuye y
piensa sobre temas filosóficos, políticos o religiosos, prefiere aceptar alguno
de los estereotipos que le ofrecen los intelectuales del establishment, en muy
pocas ocasiones las opiniones son el resultado de un razonamiento propio,
escoge aquella idea que mejor se adapta a su carácter y clase social.
Para vencer el egoísmo producto del modo de tener es
imprescindible cambiar las costumbres, empezando por dejar de estar obsesionado
por la posición social, es necesario transformar la conducta rutinaria en todos
los aspectos, interesarnos por los seres humanos, la naturaleza, el arte, y los
acontecimientos sociales y políticos, es decir prestar especial atención a lo
que ocurre en el mundo exterior en vez de estar encerrados en nosotros
mismos.
Erich Fromm